E aquí la película donde por primera vez ví a Mickey Rourke, hace ya unos pocos años, cuando aun no me había metido en serio en el mundo del cine.
Una película "menor" dentro de la filmografía del gran genio Coppola. Y es que el entrecomillado, evidentemente, es debido a la autoría de este hombre, figurante como cerebro director de "El Padrino", "El Padrino II" o "Apocalypse Now", verdaderas obras maestras de la historia que jamás serán superadas, y junto a las que, dentro de su grandeza, esta "La Ley de la Calle" parece menor. Pero esta película tiene muchos enteros, contando la simple historia de un chico un tanto rebelde que sueña con que vuelva la organización en pandillas entre los jóvenes de la ciudad, algo que la aparición de la heroina ha estropeado, idolatrando exageradamente a su hermano, quien fue líder de una de estas pandillas y reinó durante algún tiempo.
Pero aunque las comparaciones son inevitables, no por ello la película no sea genial, sino todo lo contrario. Después de "Rebeldes", una exitosa película de similares características, Coppola repite con Matt Dillon y algunos otros actores en plena juventud, como Laurence Fishbourne (mejor conocido como "Morfeo"), Dianne Lane, preciosa, o Nicholas Cage, acreditado como Nicholas Coppola (si, es sobrino de Coppola), a los que un poco más tarde les llego la absoluta fama. Pero la verdadera estrella de la película es Rourke, a quien dejaré para el final.
De "La Ley de la Calle" se pueden sacar muísimas interpretaciones, porque Coppola llena de sentido cada recoveco del argumento gracias a su capacidad visual absolutamente envidiable. La agresividad de algunos movimientos de cámara, el exquisito uso del blanco y negro para mostrar un par de tonos de color vivo en determinado momento, y algunos significativos planos de relojes que son lo que realmente me ha llamado la atención hacen que cada imagen esté llena de connotaciones importantes.
Rodando con absoluta maestría las situaciones más habituales en el cine, como peleas, personajes andando por calles solitarias ambientadas con vapor, humedad y soledad, y simples conversaciones, paralelamente presta atención a detalles que cobran mucho sentido dentro del argumento de la película. Sobre todo, los relojes.
Y como he dicho, son los relojes lo que me ha llamado la atención. Porque para mí la cinta representa el paso del tiempo, y como hace mella en nuestra personalidad, dejando a un lado el habitual sentido que se le atribuye al tiempo (deterioro físico y mental). Coppola se centra en el cambio mental, en como las cosas cambian de sentido, mientras que unas lo pieden y otras lo ganan. La figura de Dillon representa la absoluta idolatría hacia un hermano que hace tiempo que dejó de pensar de la misma forma. Ese es Rourke.
Rourke, el "Chico de la moto", es el verdadero protagonista de la cinta, quien se lleva todo el cariño del público, porque su actuación es soberbia. Contenida, lenta, llenándolo todo con la mirada, mostrando siempre sus pensamientos sin apenas líneas de diálogo. No exagero, es absolutamente carismático aquí. Un chico de ventiun años que se ha dado cuenta de como es realmente todo lo que le rodea, y evidenteme, muchísimas más cosas que podemos sacar en claro sin apenas escucharle hablar. Una verdadera pasada.
Aunque también hay que destacar el papel secundario de Dennis Hopper que cuadra perfectamente en el papel de padre borracho y desesperado, convenciendo a la primera, como era habitual en el.
"La Ley de la Calle" resulta una entretenida, llamativa, emotiva y poética película, con unas actuaciones excelentes, un ritmo hipnótico, imágenes bellas y muchísimos sentimientos concentrados en cada imágen, diálogo y mirada. Una menor gran obra dentro de la filmografía de Coppola.
Más información: IMDB Filmaffinity
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